Tengo una conexión muy especial con el mar y todo lo referente a él.
Tenía varias semanas sin ir a la playa, un lujo que podemos darnos los isleños, a veces poco valorado. Diversas circunstancias provocaron que necesitara recargar las pilas en aguas saladas.
Pero en esta ocasión le dije a mi familia que tenía deseos de salirme de la zona de confort, de las opciones más cercanas a la Capital, a las que solemos recurrir en la Costa del Mar Caribe cuando vamos a la playa sólo por un día.
Y entre tres opciones en el Océano Atlántico nos decidimos por Playa Grande, en Río San Juan.
Una pareja de amigos que también estaba en la misma onda terminaron de animarnos y el mismo domingo que inició el verano arrancamos, a las 9:30 de la mañana, rumbo al Noreste de la isla.
De Santo Domingo se va por la Autopista de Las Américas hasta la Autovía del Nordeste, o Juan Pablo II, como también se le conoce, que conecta a Santo Domingo con la península de Samaná.
Al llegar al final de esa autovía, que para mí es más una “carretera”, se dobla a la izquierda en dirección a Nagua Cabrera, y luego hasta Río San Juan.
¡Ojo: En Nagua nunca ir en dirección a San Francisco de Macorís! Gracias a la Autopista del Nordeste, inaugurada en diciembre de 2008, llegar a Río San Juan ahora tarda unas 2 horas 20 minutos.
Antes la vía recomendada era por la Autopista Duarte – Piedra Blanca- Cotuí o Cabarete. Solía tomar unas 4 horas. Sin dudas, la vía que une a Santo Domingo y Samaná ha acortado muchas distancias.
Una pena que también se haya convertido en una de las más peligrosas cobrándose numerosas vidas y registrando un número alarmante de accidentes, por lo que se recomienda manejar con mucha cautela y guiarse de todos los señalamientos que tiene durante el trayecto.
Luego de recorridos los 190 kilómetros contados desde mi hogar en Santo Domingo a nuestro destino, que incluyen paisajes hermosos bordeando la costa de Ámbar, llegamos por fin a Playa Grande.
Nos sorprendió la remoción de su entrada y los cómodos parqueos. Es una playa pública, pero aún siendo domingo el público era moderado.
Inmediatamente entramos nos recibió un entusiasta joven que nos ubicó estratégicamente debajo de un almendro.
No se podía pedir más. La vista de ese escenario nos impactó gratamente. Aunque habíamos estado hace unos años, nos pareció más radiante y majestuosa. Los colores y la paz que brinda esta maravilla de la naturaleza hacen que haya valido la pena el viaje.
La cara de mi hijo, un adolescente de 14 años, no era tan entusiasta como la de mi esposo y la mía.
Desde que comprobó que no había señal para celular, frunció el ceño. Yo, feliz de que se alejara de la tecnología y disfrutara por unas horas con todos sentidos de la naturaleza.
El señorito, acostumbrado a más comodidades menos improvisadas a la hora de ir a la playa, se quejó de varios aspectos y cuestionó que “por qué un viaje tan lejos cuando hay playas más cerca de la Capi”.
Pero mi instinto no me falló. Conociéndolo, sabía que tan sólo entrara al agua cambiaría el disco. Y así fue.
Se maravilló de los colores, transparencia y profundidad del agua; de la arena y de las olas que no son ni muy constantes ni grandes para molestar ni muy pacíficas que no permitan jugar. ¡El problema fue luego sacarlo del agua para repetir el bloqueador!
Hay épocas del año en que adquiere fama mundial por sus grandes olas y se convierte en escenario de prácticas de intensos deportes acuáticos.
Un hotel boutique comparte espacio en la playa, muy buena opción para los que deseen pasar la noche o unos días como reyes.
Es una zona encantadora. A poca distancia se puede disfrutar de una diversidad de atracciones como lagunas y cuevas que conservan la esencia aborigen.
Tal es el caso de la famosa Dudú en Cabrera. También hay casitas de veraneo cerca de Río San Juan que se pueden alquilar entre varias familias, y los ya conocidos complejos hoteleros.
Restaurantes eco friendly y coquetos barcitos complementan la atractiva oferta en Río San Juan.
Nuestro viaje por un día a Playa Grande fue memorable, muy recomendado. Y claro, como siempre digo, la clave para pasarla genial en cualquier destino es la buena compañía.
Próxima Parada: ¡Cayo Arena! 😉
Estábamos indecisas, pero tu artículo convence y atrae ja ja. Gracias Onysela
Muchísimas gracias Vanessa!! Esa es la idea 😉
Espero hayan ido y disfrutado!! Te espero por aquí. ¿Ya leíste mi nuevo post sobre Madrid?
Me has entusiasmado con tu relato. Tengo que ir a conocer. Gracias.
Muchas gracias Leila ¡Un honor que lo leyeras!